Con 34 años, Daniel ya vivió en tres continentes. Instalado en Rusia, lee LM Neuquén para saber de su ciudad.
Ana Laura Calducci
calduccia@lmneuquen.com.ar
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Neuquén.- Daniel Flores se crió en el barrio La Sirena y egresó como técnico electromecánico en la EPET 8 hace 15 años. Entonces proyectaba una carrera como petrolero, pero jamás imaginó que terminaría desayunando panqueques con caviar rojo en Moscú, Rusia. Acompañado por Elena, su esposa rusa, sigue cada día lo que pasa en la ciudad donde creció a través del diario LM Neuquén por internet.
“El invierno neuquino es duro, pero tenemos las cuatro estaciones marcadas, no como acá. La primera vez que vine a Moscú, cuando estábamos de novios con mi actual mujer, me tocaron ¡22 grados bajo cero! La ropa de abrigo que tenía no servía porque el frío se pasaba. Ahí entendí por qué acá todos usan botas de cuero con piel y tienen un guardarropas enorme”, relató durante una charla telefónica.
Con 34 años, el joven neuquino vivió en tres continentes distintos y pasó por todos los climas: del desierto a la selva, de la nieve a la playa. Presenció el derrocamiento del presidente egipcio Hosni Mubarak y publicó un libro en Brasil. Hoy, una vez por año, recorre medio planeta para visitar a su familia, disfrutar de un buen asado y aprovisionarse con lo que no puede conseguir en Rusia. “Me queda yerba que traje de Argentina cuando estuve en febrero, eran tres kilos y todavía tengo para unos 5 mates más”, contó.
Sus primeros años en la industria petrolera fueron como los de muchos neuquinos, hasta que llegó la crisis de 2008. Entonces, ante el freno en la actividad, le llegó la propuesta de un conocido, un gerente colombiano que estaba en El Cairo, que lo invitó a irse con él. Tras varios meses de dudas, armó las valijas y ya no volvió.
“Fue muy fuerte el choque cultural porque mi inglés en ese momento no era muy bueno y tenía muchos compañeros que eran de Estados Unidos y Canadá, además de que los locales hablaban árabe”, comentó y agregó que también tuvo que acostumbrarse al nuevo diagrama laboral: tres meses seguidos de trabajo y uno de descanso.
En su primer franco en tierras egipcias fue a conocer una playa de ese país muy concurrida por italianos y rusos. Allí conoció a su actual esposa, que estaba de vacaciones con una amiga. Mantuvieron la relación a distancia, pese a estar a 3 mil kilómetros en línea recta, 4 horas de vuelo.
“Me fui de El Cairo por la crisis de principios de 2011, cuando derrocaron al presidente de ellos y en la empresa tuvieron que evacuarnos. Al volver, le propuse a mi jefe salir de ahí porque no me sentía cómodo, veía que el país estaba colapsado. Quise regresar a Argentina pero me transfirieron a Brasil”, recordó.
Antes de alejarse 11 mil kilómetros de Elena, le propuso matrimonio y juntos se instalaron en Macae, cerca de Río de Janeiro. Ella soportó poco tiempo el calor brasileño y decidió volver a Rusia a estudiar Medicina.
Daniel señaló que ésa fue una época particular en la que estaba solo y tuvo que hacer reposo por un accidente en una mano. Ahí decidió escribir un libro llamado ¿Cómo se siente ser un argentino en Brasil?, sin saber nada de escritura. “Mi editor me fue llevando hasta que me convenció de hacer 50 ejemplares a color y hoy está en muchos portales de libros digitales, donde ha tenido varias ventas”, dijo.
Cansado de la lejanía, intentó acercarse a Rusia y consiguió llegar hasta Angola, al sur de África, donde hacía rotación: 6 semanas de trabajo y 3 en Moscú. Finalmente, logró el pase a tierras rusas. Lleva ahí cinco años, pero aún no aprendió del todo el idioma. “Es muy complicado”, explicó.
En febrero de este año, por la crisis del precio del crudo, se quedó afuera de la empresa que lo llevó a recorrer el mundo. “Ahora, lo primero que hago a la mañana es comer algo, acá se estila unos blinis (panqueques) con crema y caviar que son deliciosos, y leo el diario de Neuquén para saber de mi ciudad, qué pasa”, relató.
Al estar sin empleo, agregó, extraña más a su familia y a los amigos, porque el contacto ya no es igual por más que existan las redes sociales, el teléfono o los mensajitos. Eso también le pasa con su hijo, que vive acá con su mamá, con quien comparte cosas cada vez que puede escaparse a Argentina.
“Si hago lo que mi corazón me dice, me volvería hoy mismo a Neuquén, porque toda mi vida me quedó allá, pero me preocupa la inseguridad que se vive y que acá, en Rusia, no se ve”, sostuvo.
En medio de esa indecisión entre un hemisferio y otro, Daniel se acordó una vez más de Neuquén y contó que su papá compra el diario todos los días. Por eso, a la distancia, sabe que esta nota hará las veces de regalo sorpresa para quien hoy, al igual que miles de neuquinos, festeja su día. “Se pondrá muy contento”, cerró desde Moscú.
Bien preciado
Yerba rusa
Daniel contó que, ante la necesidad de tomar unos buenos mates, recorrió los almacenes rusos para ver si encontraba algún paquete de yerba, al menos importada. “Descubrí que se consigue acá, en Moscú, porque hay una marca particular de un ruso que la trae desde Misiones”, comentó.
Agregó que el comerciante es hijo de una argentina y le gustan mucho el país y sus costumbres. “Eso lo averigüé porque quería saber quién era el que vendía esa marca”, contó.
Sin embargo, Daniel prefiere abastecerse de yerba cuando viene a nuestro país. “Es que algunas veces compré de la que tienen acá pero, para la cantidad de mate que tomamos nosotros, sale muy cara”, explicó.
Mariscos, vodka y sopa Borsch
NEUQUÉN
Al dejar el viento patagónico por la nieve de Rusia, además del nuevo clima, Daniel tuvo que acostumbrarse a comidas que nunca antes había probado. Sus preferidos son los mariscos, que en Moscú son mucho más accesibles que en Neuquén, y una sopa típica de ese país hecha con remolacha, llamada Borsch.
“Tienen una cultura muy rica en cuanto a la comida, con mucho pescado, mariscos y caviar. Hace dos semanas, vino un amigo a visitarme y le llamaba la atención que acá comemos caviar como algo común”, comentó.
También se acostumbró a las pastas rusas, en espacial los Pelmeni (similares a los capeletis) y los Vareniki (con forma de empanaditas). Y descubrió que sus nuevos vecinos consumen grandes cantidades de vodka y cerveza, aunque nunca pierden la cortesía, ni siquiera cuando el alcohol los hace tambalear.
Sin embargo, el neuquino confesó que dejaría de lado todas las exquisiteces rusas por un buen costillar a la parrilla. Contó que eso lo comentaba hace poco con un tucumano que está haciendo los papeles para vivir allá y que lo conoció en las redes sociales. “El asado es una comida que a todo argentino le hace falta”, sentenció.